lunes, 8 de febrero de 2016

LA FELICIDAD

La familia de Juan era una familia humilde y trabajadora. No tenían grandes cosas pero eran felices. Pero un día todo cambió.

El padre de Juan perdió el trabajo y con lo que su madre ganaba no tenían para mucho. Pero cada día había sonrisas y buenas palabras en casa. Luis y María tenían claro que la felicidad no dependía solo del dinero y aunque la situación económica en casa era penosa intentaban que Juan fuera un chico feliz. Un día María fue al mercado y la pescadera le ofreció un número de lotería. María se lo agradeció pero le comentó: “ ! Este año no gracias! ”. No puedo gastar el poco dinero que tenemos. La pescadera, se emocionó y le dijo: ¡Este año invita la casa! Por todo el pescado que me comprarás cuando te toque. María le sonrió y se dirigió hasta casa. Dejó el número sobre la mesa. No se acordó hasta el día de Navidad. Lo cogió y se sentó delante de la televisión, a ver el sorteo. Y de repente sonó una vocecita que decía: el cinco, el ocho, el tres, el cinco, el uno y finalmente el cero… 

Era su número. La suerte había llegado. Aunque la felicidad nunca había desaparecido de su casa. Eran ricos, felices, estaban sanos, lo tenían todo. Pero nunca olvidaran su mala racha. Cada día que iba al mercado le daba una sonrisa gratis a la pescadera. 

 Sergi Roca, 2n A ESO

miércoles, 3 de febrero de 2016

UNA PERSONA ESPECIAL

Los lunes eran odiosos, pero no odiosos como para todo el mundo, eran realmente para mí. Cuando llegaba el domingo por la noche mi cuerpo se paralizaba, y mi mente empezaba a trabajar rápidamente para buscar una solución al gran problema que estaba amargando mi vida. 

Mis padres me notaban muy nervioso los domingos por la tarde, pero yo jamás les expliqué el problema. Tenía ocho años y me consideraba lo suficiente mayor y listo para superarlo yo solo. Pero el tiempo pasaba… Llegar a la escuela era un agobio diario. Se reían de mi, me amenazaban… creo que en todo el año no me comí el desayuno. Me lo quitaban. No eran muchos. Solamente dos. Los demás les ayudaban, no lo impedían. Era como normalmente se denomina el pringado de la clase. Al principio intenté ser amable, educado. Les regalaba cosas pero… era peor. Esos pequeños eran malvados, egoístas y malas personas. No podía entender tanta maldad en unos cuerpos tan pequeños. Rebosaban odio. Mis profesores no se daban cuenta. Pero de repente mi vida cambió.

Era lunes y como siempre llegué a la escuela asustado. Pasó lo que menos me esperaba, lo más bonito que me había pasado jamás. Juan el profesor de mates nos presentó a una nueva compañera. Era tibetana. Sus padres la habían abandonado y después de pasear por las calles llegó a un orfanato. Ahora sus padres eran Aina y Luis, una familia catalana. Era preciosa su sonrisa y su mirada era la mas bonita del mundo. Tenía una mirada noble, firma, de buena persona. Una mirada que al cruzarse con la mía provocó una sonrisa en mí. Se sentó a mi lado. Y de repente sonó el timbre, era la hora de salir al recreo. No me acordé de los pequeños tiranos. Solo tenía ojos para Marina. 

En el recreo me explicó su história, su terrible história. No tenía nada que ver con mi problema. Lo mío no era nada comparado con lo que había sufrido ella. Y sonreía. Así que cuando uno de los pequeños torturadores se acercó a mí, le miré, le sonreí y le dije: ‘’hasta nunca’’.

Raúl Martínez, 2n B ESO
 

UNA FAMILIA

Mi angustia y soledad resbalaban por las paredes de una habitación oscura y húmeda. De donde llamaban orfanato, pero para mi era una cárcel , de donde hacía años que no salía y padecía. 

No tengo a nadie a quien abrazar, ni con quien poder derramar una de mis lágrimas de pena que tengo dentro de mi. Solo intercambiaba miradas con las cientos de familias que nos visitaban para hacer feliz a alguien de nosotros. Últimamente ya nadie quería verme. No les interesaba una chica de quince años. 

Los días cada vez se hacían más largos y el único ruido que se escuchaba era el de mi corazón y el llanto de la impotencia que sentía. Por las mañanas iba a mías clases y por las tardes escribía mis propias historias imaginándome cómo sería tener una familia; unos padres, un hermano, unos abuelos... Alguien que me dedicara un “te quiero” o con quien me pudiera sentir protegida. 

Oía el timbre de los que llamaban a la cárcel, para dejar niños inocentes el resto de su vida en un orfanato o el timbre de los que se disponían a cuidar de uno de ellos.¡Y de repente sonó! alguien llamó a la puerta. 
 
Era una mujer de unos cuarenta años que no había visto nunca y la cual me sorprendió verla. Tenía una mirada de ilusión y esperanza que contagiaba. Me dijo que se había encontrado una de mis historias, le parecía que tenían mucho sentimiento y que eran preciosas. Nunca había escuchado unas palabras tan bonitas y se me llenaron los ojos de felicidad. 

Estuvimos hablando un buen rato que fueron como dos segundos. Me preguntó si me gustaría que fuera su hija y aunque era madre soltera, me cuidaría y mimaría con mucho amor. En un abrir y cerrar de ojos mi luz propia perdida en el rincón de otro planeta, volvió a mi. 

Estel García, 2n B ESO

 

AÑOS PERDIDOS

Gertrudis tenía noventa y sus hijos la llevaron a un geriátrico. Era demasiado mayor para vivir sola y sus hijos tenían demasiado trabajo para cuidarla y estar con ella. En el geriátrico Gertrudis perdió la alegría de vivir, hasta que un día su memoria le ofreció un regalo, el mayor regalo de su vida, se acordó de su amiga de la infancia, Juanita. Estuvo durante una semana recordando sus salidas en bicicleta, sus idas y venidas en el río, sus filtreos con los chicos… Habían sido los mejores años de su vida. 

Habían pasado setenta y cinco años y seguía recordando cada gesto, cada mirada, cada sonrisa, el tono de su voz… ¿Cómo había podido estar sin ella durante tantos años? Se había casado, había tenido hijos, nietos… ¿Qué habría sido de Juanita? Así que empezó a llamar a sus hijos que hicieran todo lo posible para localizar a Juanita.

Ella sabía que le quedaba poco tiempo de vida y no quería irse sin volver a ver a su amiga. Pasaban los días y sus hijos no conseguían localizarla. Hasta que de repente sonó “toc, toc, toc”, se abrió la puerta y allí estaba Juanita. Era increíble; su misma cara, su misma sonrisa, su misma mirada. Estaba igual, o al menos así la veía Gertrudis. Se acercó, le cogió la mano y en aquel momento volvieron a ser aquellas adolescentes que disfrutaban de cada día como si fuera el último. 

A Juanita la vida no le había ido mal, pero ahora vivía sola. Le ofreció a Gertrudis pasar los últimos años de sus vidas juntas. Habían perdido demasiado tiempo. Gertrudis aceptó, y ahora son dos centenarias entrañables que se cuidan la una a la otra, que se ríen, que pasean y que filtrean con algunos ancianos del parque. Porque al final los años pasan, pero la esencia de las personas resiste. 

Alba de Amaya. 2nB ESO


MI ÚLTIMO DÍA

Y de repente sonó una alarma que nunca antes había oído. Entreabrí los ojos y vi que me encontraba en una especie de camilla que parecía la de las consultas de los psicólogos. Con los ojos más abiertos me fijé con unos hombres con unos trajes extraños, me vigilaban muy de cerca. Me senté con las piernas colgando. 

Llevaba puesto un camisón blanco que se cerraba por detrás con botones. Me ardía detrás de los ojos y me pesaba todo el cuerpo. Se me acerco un hombre que llevaba una gran máscara ‘’antigas’’ y unos trajes como los hombres de antes. Me dijo que al parecer tenía un raro virus en el que solo se había dado dos casos en el mundo. Seguido de eso procedió a inyectarme un líquido en el cuello. Sentía como ese líquido recorría todo mi cuerpo, era frío y me producía escalofríos. 

Unos hombres altos y fuertes me cogieron por el brazo y me llevaron hasta una sala con una máquina en una pantalla en ella. Al parecer era una máquina de rayos X, en el que veían como reaccionaba el virus ante el líquido anterior. 

El virus reaccionaba de forma agresiva, a la vez que me producía un fuerte dolor en el estómago. De pronto caí redondo en el suelo. Estaba despierto, pero no sentía mi cuerpo. Ese líquido, a parte de ser útil para los rayos X, también dormía mi cuerpo. Ese grupo de hombres me engañaron, oí que querían matarme aprovechando que estaba dormida, por eso decidí escaparme. 

Así que, aprovechando que los efectos del líquido habían desaparecido y que los guardias estaban distraídos me escapé por la ventana. Corrí un buen rato por el bosque de detrás del edificio y terminé delante de una cueva donde me escondí. Tenía mucho miedo y cada vez me encontraba peor y sentía que los ojos se me cerraban, vi una luz blanca al final del túnel y de pronto, todo terminó, mi vida terminó. 

Júlia Matamala, 2n A ESO



ESPERANZA

Llevaba varias horas sin escuchar su voz. Los médicos decían que le quedaban uno o dos días de vida. No estaba en coma, pero tenía una enfermedad muy extraña y grave que le había dejado indefenso. Sabía que, cuando el electrocardiograma mostrara una línea totalmente recta, querría decir que ya se habría ido. 

Me invadió el miedo. Empecé a recordar todas las veladas que habíamos pasado juntos, los te quiero que me había regalado durante todos aquellos años de mi vida, de nuestras vidas. Amaba a aquel hombre que yacía en la cama, le quería. Sería duro vivir sin él, seria duro despertarse por las mañanas y no verle a mi lado. 

La línea empezaba a decaer, a situarse en una posición que indicaba que la muerte ya le rondaba. Cerré los ojos, estuve dos minutos pensando, y de repente sonó. Un estridente pitido me hizo abrir los ojos de golpe. Miré la pantalla del electro, una pequeña montañita había aparecido. Llamé a una enfermera que a la vez llamó al médico. Todos nos quedamos en silencio hasta que el doctor de pronto exclamó algo que me hizo recobrar la esperanza, algo que me devolvió aquella sonrisa. Puede que el tratamiento hubiera funcionado

Helena Bonet, 2n B ESO 
 

EL MOMENTO

Y de repente sonó otra vez. Ese ruido extraño que bombardeaba sin parar dentro de mí, ese ruido que retumbaba una y otra vez llenando el vacío creado hacía tantos meses. Su cuerpo se apoderaba del mío, y yo, sin poder decir ni una palabra, iba parando lentamente el tiempo que transcurría rápidamente a mis espaldas, para hacer que ese instante perdurara para siempre. 

El calor de sus brazos y el olor de su perfume hacían que aumentaran los latidos de mi corazón. Intentaba susurrar un ‘te quiero’, un ‘no me sueltes’ o decirle que ‘le echaba de menos’, pero no me salían las palabras ya que la situación merecía que todo el universo callara ante ella. Cada vez que él abría la boca, mis pensamientos se alejaban lentamente y su voz era atraída por mis oídos como el canto más dulce del planeta. Me perdía en la inmensidad del tiempo hasta imaginarme un mundo perfecto, como el que era antes. Llevaba meses esperando ese momento, el momento que pensaba que no podría volver a vivir jamás.

Todas las lágrimas que había perdido tras su imposible olvido, volvían a ser parte de mi cuerpo. ¿Cómo puedes explicar algo con palabras si el corazón no quiere compartir con nadie este sentimiento? Por eso no me queda más aliento para demostrar la felicidad reencontrada después de tanto tiempo, (meses que parecen siglos). Cuando la soledad te secuestra por el camino y huyes del héroe que puede rescatarte de ella, por miedo a perderle en un simple descuido, te sientes muerto, harto, cansado, triste… y no consigues liberarte de ella. 

Martina Espriu, 2n A ESO 

UN GAS NUCLEAR

Eran las siete y cincuenta y seis minutos de la madrugada. Iba a la escuela con Pedro y Juan. Estábamos hablando de nuestras cosas, como cada día, y de repente sonó la alarma nuclear. Pedro estaba muy nervioso porqué en la ciudad donde vivía antes, no había centrales nucleares. Empezamos a correr hacia al cole, como los demás compañeros. 

Cuando llegamos a clase, todo el mundo estaba gritando, así que el profesor nos tranquilizó. La secretaria del colegio fue clase por clase diciendo que estábamos en alerta máxima y que teníamos que ir a la sala hermética. Una vez hubieron pasado la lista para comprobar que todos estábamos presentes en la sala, el director del colegio empezó a leer el protocolo.

-Paso 1 - dijo él - ir a la sala hermética. Hecho. Paso 2, ponernos las máscaras de oxígeno.
-¡Señor director!, ¡no están en el armario! – dijo Sergio
-No, Sergio, tienes que buscar en el armario rojo, el que tiene el símbolo de material nuclear… Seguimos: paso 3, ducharse con agua y jabón para evitar contactos radioactivos y vestirse con la ropa de recambio que dejasteis a principio de curso. Paso 4, Pablo llama al 303778899 que es el teléfono de los servicios de emergencias.
-De acuerdo – dije yo (que me llamo Pablo). 

Cogí mi móvil y llamé al número que me había dicho el director. La línea estaba saturada, o al menos eso creí yo al escuchar una música de espera. Después de 13 intentos me cogieron el teléfono. Una vez les dije que les llamaba de la escuela municipal me pidieron que les pasara con mi director.
-Código avispa. Adiós, buenos días. – dijo por teléfono el director, y me devolvió el móvil. Después dijo: muy bien chicos, el simulacro ha sido un éxito. Podéis volver a vuestras clases con normalidad. 

Aniol Pagès, 2nA ESO

 

MANIES DE CIUTAT



Avui estic a Girona, tinc l’oportunitat de pasar pel meu carrer preferit. Es el meu preferit de l’estiu, en aquest carrer hi ha un local que fan gelats genials. És un carrer ample amb borreres amples i arbres grossos. El local es petitó però els gelats son ben grossos, no hi ha molta varietat, però són deliciosos. Sempre demano el mateix, encara que els he tastat tots. És molt simple, nata ben freda, caramel ben calent i una pluja d’atmella. 

Surto del local hipnotitzada pel seu aspecto, ensumant el caramel i poso el primer peu a la vorera. Abans de posar el segon, un senyor m’atropella. No l’he vist venir i ell a mi tampoc, però abans de que jo li demani perdò, ell m’ho demana a mi. M’explica que camina fent saltirons, seguint el dibuix que fan els mosaics a terra. Li miro el braç, sembla un crocanti. Em fa entrar amb ell al local, demana un tovalló i el mateix gelat que jo m’havia demanat, es neteja i el paga. S’acomiada i el veig marxar carrer avall fent saltirons. La gent de la terrassa em mira somrient però el cambrer no somriu perque li toca recollir el gelat. 

Marxo caminant i vigilant una mica més per no tornar a perdre el gelat. Arribo al pas de vianants i decideixo, com per art de magia, travessar-lo trepitjant només les bandes blanques, a partir d’aquest momento vaig intentar travessar-los sempre així, fins un dia que havia plogut i les meves bambes noves em van sorprendre relliscant més del compte. Vaig decidir que els travessaria trepitjant només la banda fosca, jo no tinc manies! 

Berta Pintor, 1r B ESO 

EN CARLES I L'OLGA

En Carles és el meu tiet. Ell té cara d’estrella de cinema i, a més, té molt bon gust per la roba. Ell és molt presumit, per aquest motiu cada matí s’està una hora per mudar-se. Ell té una pila de dones guapes i atractives que li van al darrera. 

L’Olga és la meva veïna. Ella és una dona amargada que té més de cent gats a casa seva perquè està sola com un mussol. A ella li agradaria tenir una parella, però amb la cara de bruixa que té, ningú li va al darrera. 

En Carles i l’Olga tant sols tenen una cosa en comú: la botiga “Superstar”. A l’Olga li agrada perquè allà sempre troba homes guapos i estilosos com el meu tiet. Ell només va allà amb un sol propòsit: comprar roba, roba i més roba. Ell es pot permetre tot el que desitgi perquè ell va fundar una marca internacional de sabates de mil tipus (botes, sandàlies, sabates esportives...). 

Un dia, l’Olga i en Carles van coincidir a Superstar i, com us podeu imaginar, quan l’Olga va veure en Carles, va anar cap a ell més ràpid que un coet. Ells dos es van agradar mútuament i van començar a sortir. Això era un malson perquè si arribaven a casar-se, l’Olga em faria la vida impossible! Jo em vaig adonar de la tràgica notícia d’una manera... 

El meu tiet, el mateix dia que va conèixer a l’Olga, va trucar a la meva mare perquè ell deia que volia que vinguéssim a sopar a casa seva. Jo ha vaig anar ben feliç i quan vaig veure a l’Olga, em vaig enfadar perquè jo ja coneixia d’abans la seva tècnica de “lliganeitor”. Ella ja ho havia intentat amb tots els meus veïns. Ella em va mirar amb un somriure, cosa que mai m’havia fet i no volia que m’ho tornés a fer perquè quan va somriure, li vaig veure totes les dents negres i podrides. 

El meu tiet, abans de sopar es va dirigir a la meva mare i li va dir que li havia de dir a ella i a la nostra família una gran notícia. Ell ens va explicar tota la història i va dir que ella era la seva mitja taronja. Crec que es va equivocar en dir “mitja” perquè ell és tres quarts de la seva taronja imaginària perquè l’amargada no és ni un quart d’interessant. 

Jo pensava que, com que no tenien masses coses en comú, aquesta relació no duraria molt. És en aquell moment quan el meu titet va dir “... i per això ens hem posat d’acord en casar-nos”. En aquell moment em volia morir, però, ho he estat rumiant i he acabat pensant en la part positiva: ja no pot ser pitjor, no? 

Aina Huix, 1B ESO