Estamos en mitad del verano y ya he
tenido que guardar el flotador. Y vosotros os preguntareis: ¿Por qué tan
temprano has guardado el flotador? Por una razón muy sencilla que ahora os voy
a contar.
Era una tarde de principio de agosto.
Estaba con mis primos y mis hermanos y mi madre nos fue a comprar un flotador
para que nos divirtiéramos. El flotador tenía una cosa que otros
flotadores no tenían. Era un flotador muy grande con forma de rosquilla que
brillaba. Y lo más impresionante era que podía hablar. Era mágico y nos contó
muchas historias: cómo lo fabricaron, cómo lo empaquetaron y lo trajeron a la
tienda.
Nos explicó que en la fábrica dónde lo
inventaron también hacían robots hablantes y a él, por error, le pusieron una
boca y lo hicieron hablante pensando que era un robot.
Mis primos, mis hermanos y yo quedamos
alucinados y nos hizo jurar que no lo contaríamos. Para nosotros eso era un problema,
porque no nos lo podíamos creer y necesitábamos contarlo a alguien.
Pasaron dos semanas y aún guardábamos el
secreto. Para nosotros era el secreto más bien guardado, pero no podíamos
seguir así porqué mi madre se podría enterar de todo si el flotador empezaba a
hablar. Le preguntamos cómo lo podíamos apagar y nos dijo que lo teníamos que deshinchar.
Y eso es lo que hicimos, nos dio mucha pena, pero era lo más correcto. Y ahora aún sigue en el garaje esperando
el próximo verano.
Nil Masferrer
2do A