sábado, 19 de enero de 2019

AQUÍ AHORA Y SIN TI

Me siento perdida. No encuentro mi rumbo, no sé a donde ir, ni cómo volverte a ver, todos los días que pasan tu presencia está en mí. Siempre me preguntan en que pienso, y sólo es en ti, en lo mucho que te necesito.

Es difícil tratar de expresar, lo que sentí el día que te desvaneciste en el infinito, lo recuerdo como si fuera cada uno de los días que vivimos juntas. Tengo un sentimiento de soledad, sin tus expresiones, palabras y sobretodo las manos frías de la mejor abuela del mundo, entre las mías. Había veces en las que no me apetecía nada, menos en las que aparecías tú dándome toda tu fuerza para poder seguir caminando a mi lado.

En un momento en el que pestañeé, no te encontré no estabas a mi lado acariciándome, con esos abrazos que tanto me gustaban. Odio con todas mis ganas que nos separe esa final línea, que fue capaz de en ese momento de arrebatarte de mi para siempre, a mí de ti. Separo los "te quiero" que tantos te dado, de los "ojalá vuelvas". La decisión de que apareciera esa línea no la emprendimos nosotras, sino que ella apareció en un momento oportuno. Ojalá pudiera ahora romper esa línea para volvernos a unir en un mundo en el que esté a tu lado, y no te pueda soltar jamás, y del que nunca te desvanezcas por las nubes sin un adiós.

Hay cosas a las que no creía que al marcharte me iban a herir tanto o quizás ni siquiera pensaba en ello, como tú, abuela. Nunca me di cuenta de lo que me iba a encontrar si tú no estabas a mi lado. No me doy cuenta de lo lejos que vuelas sin yo saber que estas alejándote de mí. Quiero creer que no importan los kilómetros, o largas distancias que me separan de esas frías manos o incluso que hay cosas que se van para no volver jamás. Cada vez tengo mas claro que la persona que se va, sí importa. Y contigo lo he sabido. Pienso que hay maneras de irse de las que no deberían existir. Pero no te dejaron elegir, ni a ti, ni a mí.

Día tras día que te pienso, una y otra vez, no me puedo quitar esa imagen de mi cabeza. Donde tú me acaricias suavemente con un pequeño cosquilleo, con tus pequeñas manos frías y arrugaditas, con esas pecas. Sigo suponiendo que, si hubieras estado, todo sería más fácil.

Abuela te tengo demasiado lejos, a demasiadas nubes.
Tú ultimo suspiro, me dio la vida, que a ti la fina línea te quitó.
El tiempo no paró por ningún instante, él no se detiene.
Y de repente te vi, y volví a sonreír, en uno de mis profundos sueños.
Te echo de menos con todas mis fuerzas pero, ya no estás, eres...polvo de estrellas...

Judit García 
2ndo A ESO


LA VERDADERA HISTORIA

En el año mil novecientos quince vivía en lo alto de una colina una familia real. El rey había muerto de tuberculosis hacía pocos días y la reina y sus descendientes estaban devastados. Aunque la tristeza invadía aquel castillo oscuro, la nobleza de la zona reclamaba un heredero al trono. Así pues, el hijo mayor, Juan, se hizo cargo del reino de su padre. Juan era un chico de veintiséis años de edad, tenía una barba pelirroja, que lo hacía atractivo y apuesto. Había luchado con las tropas de su padre y, por lo tanto, era un buen guerrero.

Su entrada en el trono no fue fácil. La gente del pueblo estaba muy contenta con la elección del nuevo rey, pero, dentro del castillo habían comenzado a surgir pequeños roces. David, el hijo pequeño de la familia real, tenía envidia de su propio hermano. David era un niño rabioso y competitivo. Detestaba que le diesen órdenes y hacía y decía lo que le daba la gana, sin importar sus consecuencias. Pocos meses después de la coronación, la corte del castillo decidió hacer un festejo para presentar el nuevo rey y encontrar una esposa. Sirvientes, caballeros, nobles, campesinos, artesanos… las puertas del castillo se abrieron para poder ver la elección de la nueva mujer del rey. Fue una noche muy bonita, conoció el amor de su vida y se casaron pocos meses después. En aquel entonces, la alegría que se había perdido invadió el palacio por completo. Gracias a ello, empecé a trabajar como mozo de cuadra de la reina. Una mujer bella i simpática. Amable con todo el mundo y me ayudaba siempre que podía.

Aquella noche, oscura y con tormenta, María, la reina, estaba en el gran comedor esperando a su marido que había salido de caza. Preocupada por el tiempo, miraba por la ventana. Todo el mundo me había hablado de David, pero nunca salía de aquella torre del castillo. Me aproximé al gran comedor para hacer fuego en la chimenea. Era una noche fría. De repente, el viento sopló y cerró la puerta del comedor, apagando así, las velas que daban luz a la sala. Preocupado porque la reina no estuviera asustada, cogí rápidamente una antorcha del pasillo i volví a la estancia. Y de repente lo vi, acercándose a ella por la espalda. Quedé paralizado. No tuve tiempo a reaccionar, ni gritar. En ese instante, David, había asesinado a María con un puñal. La sangre invadía toda la alfombra. Durante los siguientes días todo el mundo sospechaba que el asesino había sido su propio marido y se preguntaban qué había pasado.

Ana María Vázquez
2ndo B ESO


miércoles, 31 de octubre de 2018

HE GUARDADO EL FLOTADOR

Estamos en mitad del verano y ya he tenido que guardar el flotador. Y vosotros os preguntareis: ¿Por qué tan temprano has guardado el flotador? Por una razón muy sencilla que ahora os voy a contar.

Era una tarde de principio de agosto. Estaba con mis primos y mis hermanos y mi madre nos fue a comprar un flotador para que nos divirtiéramos. El flotador tenía una cosa que otros flotadores no tenían. Era un flotador muy grande con forma de rosquilla que brillaba. Y lo más impresionante era que podía hablar. Era mágico y nos contó muchas historias: cómo lo fabricaron, cómo lo empaquetaron y lo trajeron a la tienda.

Nos explicó que en la fábrica dónde lo inventaron también hacían robots hablantes y a él, por error, le pusieron una boca y lo hicieron hablante pensando que era un robot. 

Mis primos, mis hermanos y yo quedamos alucinados y nos hizo jurar que no lo contaríamos. Para nosotros eso era un problema, porque no nos lo podíamos creer y necesitábamos contarlo a alguien.

Pasaron dos semanas y aún guardábamos el secreto. Para nosotros era el secreto más bien guardado, pero no podíamos seguir así porqué mi madre se podría enterar de todo si el flotador empezaba a hablar. Le preguntamos cómo lo podíamos apagar y nos dijo que lo teníamos que deshinchar. Y eso es lo que hicimos, nos dio mucha pena, pero era lo más correcto. Y ahora aún sigue en el garaje esperando el próximo verano.

Nil Masferrer
2do A


HE GUARDADO EL FLOTADOR

Sabéis ese punto en el que decides que ya basta, que eso no puede seguir, ese punto en el que
decides poner punto y final, pues yo llegué a ese punto.

Era un martes normal, ese día tocaba ir a la piscina, y yo tan contento me puse el bañador, me quité la camiseta y me tiré al agua. En cuando salí, un compañero de clase, si es que se le puede llamar así, dijo en voz alta:

-Mirad Jorge tiene michelín, se le ve el flotador.

Y toda la clase empezó a reír y a cachondearse. Yo pensé que eso sería cuestión de días, pero cada día seguían y seguían, hasta que decidí empezar una rutina. Decidí empezar por lo sencillo como dejar de comer porquerías u otras cosas como pizzas. Seguí con unos 10 abdominales y 15 flexiones diarias. 

Llegó final de curso y todo el verano seguí con esta rutina, pero funcionó; a principios de curso todos habían engordado un poco en verano. Todos menos yo que lucía una tableta increíble.

En la piscina todo el mundo quedó alucinado y pasaron de insultarme y reírse de mí a quedar conmigo. Además me sirvió para hacer un montón de amigos más con los que ahora comparto muchas cosas.


En resumen, gracias al esfuerzo del verano he guardado el flotador y espero que dure mucho tiempo allí guardado.

Pau Cos
2ndo A


lunes, 6 de noviembre de 2017

HE GUARDADO EL FLOTADOR

Ese día me desperté como un día normal, pero decidí arreglar las cajas de cosas viejas del garaje. Cuando ya iba por la décima caja, me encontré un flotador muy viejo que ya lo había usado, pero no era un flotador normal era un flotador salvavidas. Decidí ponérmelo y de repente me acordé de porqué era tan especial para mí.

Fue el verano del 2004. Aquel verano decidí ir a un crucero por el Mediterráneo. Todo fue muy bien pero el cuarto día de crucero. Llegando a Campania, en la isla de Ischa (Golfo de Nápoles) íbamos a anclar pero, antes de llegar al puerto teníamos que rodear una parte de la isla con muchas rocas. Un momento después se oyó un ruido muy fuerte, nos avisaron de que el barco se hundía y que teníamos que saltar. Yo cogí el último flotador y cuando ya iba a saltar vi una niña que aún no había saltado, pero ella no tenía flotador, yo decidí darle mi flotador y también la ayudé a saltar. Después salté yo, sin flotador, con el riesgo de ahogarme. Cuando llegué a la orilla me atendieron los servicios de emergencia. Yo estaba muy preocupado por si la niña había salido del agua. Al final decidí irme sin saber nada de la niña.


Unos días después, me llegó una caja muy grande con un sobre. Primero abrí el sobre. Era una carta de la niña y sus padres, se me salieron las lágrimas de emoción. Después abrí la caja, era el flotador con el que ayudé a la niña a salvarse, me lo había regalado en agradecimiento. Cogí el flotador y lo puse en la caja y pensé: “YA HE GUARDADO EL FLOTADOR viejo pero especial”

Jordi Lachkar 2nB


HE GUARDADO EL FLOTADOR

¡Hola! Soy Román, tengo 13 años y soy de Mérida, la capital de Extremadura. Aún que se podría decir que también soy de Cádiz, ya que cada verano viajo allí para visitar a mis abuelos y parientes lejanos. En el viaje de este año he ido recuperando felices recuerdos de la infancia, recuerdos sobre los mejores veranos de mi vida.
En el mes de agosto de 2009, los nuevos vecinos de la casa de vacaciones se presentaron en nuestra puerta con un regalo para mí. Lo abrí impacientemente cuando me encontré con un flotador deshinchado de color amarillo chillón. Era un flotador, lo sé, no era la primera vez que veía uno, pero era diferente.
Gracias a aquella visita inesperada, conocí a un niño muy especial, él era Fabio, el hijo de los nuevos vecinos. Nuestros padres se fueron conociendo mientras yo y él nos hicimos muy buenos amigos. De hecho, era el único amigo que tenía allí. Nuestros padres organizaban excursiones y barbacoas en nuestra casa, íbamos todas las mañanas a la playa con el flotador que me regalaron sus padres.
Fabio y yo nos parecíamos mucho tanto físicamente como personalmente, por eso nos convertimos en mejores amigos y pasamos verano tras verano juntos.
En verano de 2012, Fabio y yo habíamos hecho nuevos amigos, eso no nos distanció, nos unió más. Cada verano era mejor, pero yo notaba a Fabio diferente.
La última semana de verano se acercaba y era hora de decir adiós a todo lo bueno.
 Un buen día me desperté y fui buscar a Fabio a su casa, sólo encontré el flotador en la puerta. Lo busqué por todos los sitios donde Fabio y yo habíamos estado durante aquellos veranos inolvidables, pero sólo quedaba el flotador deshinchado. Mis padres me dijeron que Fabio se había ido y no volvería.

Me aferré a la esperanza de que Fabio regresase, pero nunca lo hizo. Al final, el flotador era lo que quedaba de los mejores veranos de mi vida; por eso, lo mantuve conmigo mucho tiempo, hasta que decidí que ya era hora de guardarlo. 

Joana Espriu 2nA


HE GUARDADO EL FLOTADOR

Madeline era una chica normal, hasta que una noche, antes de dormirse, se le apareció una ruleta en forma de flotador. La giraba y veía lo que iba a soñar esa noche. A ella le parecía raro, así que decidió contárselo a sus padres. Ellos pensaron que no era motivo para preocuparse, así que no hicieron nada al respecto. La siguiente noche le tocó el sueño del paraíso de los animales: pasó toda la noche entre cebras, leones, jirafas,… Seguía pasando el tiempo y cada vez algo distinto le tocaba en la ruleta en forma de flotador, todos los días sus padres le decían: ¿Que sueño has tenido hoy Madeline?

Cuandó ya había pasado un tiempo sus padres decidieron llevar a Madeline a un psicólogo para explicarle lo que le ocurría. El psicólogo dijo que no tenía de que preocuparse, que le seguiría ocurriendo día tras día.

Una noche... ¡sorpresa, no le pasó! Cuandó se levantó aquel día se lo contó a sus padres. Su madre que era la más bromista, le dijo: hija, ¿ya has guardado el flotador? refiriéndose a la ruleta de sus sueños. Desde entonces nunca más le ha vuelto a aparecer la ruleta y está feliz sin recordar lo que sueña. 


Joan Sureda 2nA