lunes, 23 de marzo de 2020

COLOR AVELLANA

Esa cerúlea inmensidad hacía que yo me sintiera más pequeña de lo que era. Solo pensaba en sus ojos color avellana, que me abandonaron hacía ya unos largos tres años. No lo podía soportar más, así que decidí ir donde la tierra se acababa. 

Cuando llegué, solo quería lanzar mi vida hacia la más profundidad azul, hasta que… Llegó. Una chica, joven, su pelo era de oro puro y ojos más negros que la noche, me alargó la mano para que yo la siguiese. Estaba confusa, pero al final acabé alargando yo también mi mano hasta la suya.

-¿Qué hace una dama tan hermosa en ese acantilado tan vertiginoso?- me preguntó. -No puedo soportar más esa gran pérdida…- le respondí, con los ojos a punto de estallar en lágrimas.

-Ven conmigo, si quieres. Te llevaré donde la tristeza no llegaría jamás - me respondió con una voz atenta y agradable. Esa voz dulce, me recordaba con gran tristeza, a mi quillotro, el chico que años atrás se separó de mí.

-Sólo quería deshacerme del dolor que lleva ya tres años matándome por dentro- cuando terminé esta frase, sin más dilación, me lancé al acantilado y el dolor desapareció para siempre.

La chica que intentó rescatarme de las manos del gran abismo, se quedó sin aliento. Más triste estaba ella ahora. Acababa de contemplar lo inevitable:  perder lo que te da energía. Habiendo pasado esa tortura, mi alma estaba más viva que nunca. Ese peso y ese dolor ya habían desaparecido. 

Volví a encontrarme con el chico de ojos avellana, mi más preciado tesoro...  sentía un amor inimaginable hacia él. Hablamos. Era muy extraño, nos observábamos mútuamente, sin necesidad alguna de esas esferas que te permiten hacerlo. Por una vez en esos tres crueles años, hallé el amor eterno y profundo.

Mar Fontàs
2do A ESO




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