Querido Romeo,
Estuve recordando nuestras noches en aquel balcón, con los susurros de la brisa acariciando nuestros rostros, con el lento y agradable sonido de los árboles siendo agitados por una dócil corriente, escuchando la melodiosa harmonía del agua cayendo por un riachuelo direccionado a un estanque no muy lejano, repleto de preciosos animales que lo habitaban. Recordando como observábamos el levante cuando el sol despertaba.
Hecho de menos cantidades inmensas de estar contigo y poder hacer todo aquello, que hicimos de nuevo, hecho de menos sentir tu voz gruesa pero no brusca que me llamaba la mayoría de los días por aquel balcón. Mirarnos a los ojos fijamente y sentir ese hormigueo que me recorría desde el vientre hasta la punta de mis pies en paralelo a los tuyos, enfiarme en tu mirada, entendernos sin hablarnos, y frustrarnos por el tiempo traicionero, el culpable de que tuviéramos que despedirnos hasta el siguiente día. Estuve recordando, y me puse a escribir esta carta.
Siento que debo escribirte, porque este todo o nada me estaba llevando a la locura, durante este tiempo he podido recapacitar, he podido descifrar que me gustó tu forma de desvanecer mis tormentas, y ahora que no estas aquí, sé que necesito a alguien para sanar mis heridas, alguien para conocer, alguien que me sostenga, para sentirlo a mi lado sin que nada ni nadie se nos interponga por el camino.
Y por eso, me niego a fingir más, a sentirme atada a alguien que no le pertenezco, a sentirme esclavizada a ser algo que no soy ni seré nunca, porque quiero ser libre, y siento que contigo no lo era, seré tenaz en mis decisiones a partir de ahora.
Pero aún así me quedo con la incertidumbre de saber qué hubiera pasado si hubiésemos recorrido nuestro camino juntos. Siempre serás mi primer amor, mi primera espina clavada en el pecho.
Atm: Julieta
Katalina Campusano
2do A ESO
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