Me encontraba yo en un banco, sentado, esperando a que la vida diera
un salto y cambiara derrepente...haciendo un giro tan tremendo que
pudiera cambiar el mundo. Esperé. Pero yo ya sabía que no iba a ocurrir
nada, sabía que las cosas buenas y malas no se podían cambiar.
Puede que
ya no tuviese sentido...la vida. Sin más remota señal de control de sí
misma, ni de regularidad. Puede que todo se acabara ese mismo día, en el
banco donde estaba sentado, reflexionando y analizando lo que sabía que
me iba a ocurrir.
La vida siempre da vueltas, siempre menos a
mí. Sé que siempre he sido un chico con mala suerte, pero esto me
superaba. Sabía que me esperaban cosas malas. Cosas terribles que me
atormentarían hasta la tumba. Ahora no me quedaba nada, nada a lo que
querer, nada a lo que odiar. Me quedé solo en un mundo solitario de
esperanza. Sin amigos, sin familia, si nadie.
Puede que ya no
haga falta vivir, puede que yo ya no sea útil, puede que ya no merezca
vivir. Adiós, adiós a nada a lo que apreciar. La vida es oro
Jordi Güell
2n B ESO
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