Para nuestros bisabuelos, esa popular epidemia quedó en recuerdo como solamente una más. El confinamiento duró un par de meses, y en el final del trayecto, los contagiados fueron disminuyendo poco a poco, por lo que el número de fallecidos no aumentó mucho más. Supuestamente, la epidemia desapareció. Pasaron años, unos años llenos de felicidad y tranquilidad, en los que los humanos aprendimos a aprovechar el momento, frase que todo el mundo conocía. Los científicos no llegaron a descubrir el propósito y la creación de la enfermedad, pero las respuestas ya no se necesitaron cuando ellos nos dieron respuestas.
Por mi quinceavo cumpleaños, mis padres dejaron en mis manos el diario de mi bisabuelo, con el que descubrí el estilo de vida de un adolescente en el inicio de la destrucción terrestre en solamente una página.
“30/3/2020
No es nada, dicen algunos. Salgamos a la calle, tenemos que seguir con nuestras vidas, dicen otros. Los humanos somos inútiles. Estamos pasando por una epidemia, los médicos se pasan día y noche arriesgando el resto de su vida para salvar la nuestra. No sabemos lo que pasará mañana, tampoco sabemos si estaremos encerrados en casa una semana, un mes, o incluso un año más, y por esa exacta razón, el motivo por el que no tenemos idea alguna de nuestro futuro ni el que nos ha llevado hasta aquí, debemos hacer lo que el gobierno diga, aunque actualmente tengo mis sospechas de que nuestros queridos “superiores” tengan algo que ver. Todo ha pasado de una manera demasiado espontánea. Queremos un mundo mejor, ¿pues por qué no lo aplicamos? No es mucha molestia no poder ver a tus amigos, no es el fin del mundo.
22/7/2022
Aquí está la prueba de que aún no he muerto. Han pasado algunos meses desde la cuarentena, y que yo sepa, nadie ha fallecido por no poder tontear con su novia. Estas cosas pasan. El año que viene, seguramente no recordaremos esta epidemia y, eventualmente, aparecerá otra. Es la naturaleza, supongo”
Esas palabras son las últimas que escribió antes de que, unos días después, ellos llegaran.
Los Desconocidos. Así los llamamos. No sabemos lo que son, lo que planean exactamente, ni lo que han hecho antes de llegar a nuestra destrucción. Lo único que conocemos es lo que quieren. Algo falló en la creación del universo, naciendo un enemigo para los habitantes del espacio exterior. Están programados para la exterminación y el vacío, para que, en un momento u otro, todo lo que creemos se quede en el olvido. Los Desconocidos buscan la oscuridad, y saben todo lo que perjudica a cada mundo entre muchas otras cosas, y en este caso, lo que perjudica a la tierra, son los humanos. Somos absolutamente miserables. No hacemos ningún bien. Somos egoístas, no sabemos tomar decisiones, y aunque han pasado bastantes años des de que nos diéramos cuenta de nuestro destino, seguimos aquí, buscando maneras de cambiar un final determinado.
Los Desconocidos siempre han estado con nosotros, han programado cada paso, cada mente, cada hoja que cae al suelo… Hasta que se dieron cuenta, que nuestra debilidad es el caos y el desconocimiento. Pensábamos que lo sabíamos todo, hasta que, de golpe, en el año 428 a.C, apareció una de las primeras epidemias. Alboroto, llantos, muertes… Y nadie sabía qué estaba sucediendo. Y por supuesto, fueron ellos.
En el momento que los científicos descifraron su poder, los humanos más ricos económicamente se instalaron en otro planeta, mientras que las personas restantes tuvieron que vivir con un gran peso en las espaldas e intentar seguir adelante. Mi abuelo pudo seguir con su vida, viajando también a Contáneous, el planeta en el que residimos actualmente, intentando olvidar el hecho de que unos humanos exactamente como él, no tuvieron la misma suerte. Los Desconocidos crearon epidemias mortales de manera instantánea. Nos conocían, y aún nos conocen. No se han rendido, y nunca lo harán.
Mi querido bisabuelo pasó por el descubrimiento de esas criaturas, después de haber tenido una mente abierta respecto al tema del… ¿Coronavirus? Es gracioso pensar cómo la gente pensó que era difícil estar “encerrado” en una casa pasando tiempo con tu familia, disfrutando de esos pequeños momentos… He vivido en un búnquer durante toda mi vida, exactamente 34 años. Nada ni nadie ha entrado ni salido. No hemos tenido contacto físico con nadie. Aquí estamos a salvo. O eso nos quieren hacer creer.
Ariadna Burillo
2do B ESO
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