A veces,
cuando el viento se levanta, aún recuerdo las tardes de verano de mi infancia,
especialmente aquella que empezó con un extraño descubrimiento. Era un redondo
y transparente objeto, blando y con un agujero en el medio. Le pregunté a mi
padre de qué se trataba.
- Seguramente
es otro objeto de los humanos, Oeillet.
- Si, supongo…
¿pero mañana puedo averiguar qué es?
- De acuerdo,
pero recuerda no acercarte mucho a los humanos. Ya sabes que nosotros, los
diminutos, somos tan pocos por su culpa. ¡Ah!, y recuerda preparar las cosas
para la mudanza.
- ¿Seguro que
tenemos que mudarnos? A mí me gusta esta casa, y además tendremos que rodear el
río para poder cruzar y esto es mucho tiempo.
-Y cuando
derriben la casa, ¿dónde nos esconderemos? No podemos estar aquí o nos
quedaremos enterrados. Por eso buscaremos otra casa.
Nunca me había
alejado de esa casa, y me daba miedo hacerlo. Pero conseguí dormirme.
Al despertar,
solo quería ir a buscar el extraño objeto que había visto en una de las
habitaciones de la casa vecina. Pulgas, el perro de la casa, correteaba por el
jardín. Me agarré a su pata y, después de una corrida impresionante, llegué a
la habitación del niño.
Busqué el
objeto, hasta encontrarlo sobre la mesa. Pensé una forma de subir i vi el cable
de la lámpara, así que lo usé para trepar hasta él. Entonces, Pulgas empezó a
ladrar, y de repente el niño entró en la habitación.
- Mirabas el
flotador ¿verdad?
- ¿Así es como
se llama ese extraño objeto? – Le miré respondiendo no del todo convencida.
- Sí, sirve
para flotar sobre el agua, es muy divertido.
- Si pudiera
tener el flotador -pensé-, podríamos cruzar el río sin problemas, y ganaríamos
mucho tiempo.
- ¿Por qué
eres tan pequeña?
- ¿Me darías
ese flotador? – Le pregunté ignorando su pregunta.
Sonrió.
- Sólo si me
dices tu nombre. Yo soy Marco.
Dudé, pero
finalmente le dije mi nombre.
Esos días
antes de la mudanza, los pasamos juntos, además, Marco me enseñó a usar el
flotador. También aprendí que no todos los humanos son malos, como decía mi
padre.
Cuando nos
mudamos de casa, no nos volvimos a ver nunca, pero es por es que tengo ese
trozo de plástico, tan peculiar que consiguió hacernos conocer. Lo he guardado
todo este tiempo, solo para no olvidar, lo que un día pasó.
Anna Torra 2nB
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