Después de que ella falleciera no dudé en continuar su diario. Allí
explique por qué porqué lo hice y le pedí perdón millones y millones de
veces. Ya han pasado siete años, y ya cumplí mi condena junto a Jan, su mejor amigo. Ahora tengo 23 años. Estoy soltera y tengo prohibido tener carné de conducir después de lo que le hice a Laura.
Aún
no recuerdo en que estaría pensando. Sigo sin dormir, y las noches se
me hacen eternas. A veces me tomo pastillas, para descansar mínimamente
unas cinco horas. Pero aun así, recuerdo su cara y me despierto
inmediatamente.
Ayer fui a su casa, donde viven sus padres, después de lo ocurrido. La
madre no me puede ni ver (normal) y el padre, bueno él no sé cómo ni
porqué pero él me ha perdonado, pero me tiene un poquito de rencor
acumulado. Cuando entré por la puerta vi a Juan, el padre de
Laura, meditando en la entrada, y más al fondo se veía una cabeza
sobresaliendo por arriba del sofá. Era Lara, la madre de Laura. Ella
estaba llorando, mirando fijamente la pantalla de la televisión, que
permanecía apagada. Sin mirarme, ella me dijo “siéntate” y yo silenciosamente obedecí. Apretó “play” en el mando a distancia, y en la pantalla se proyectó un video, con música triste de fondo.
-Ahí
era tan solo una niña. Era feliz e inocente. ¡Mira eso! Fue su primer
flotador, se lo regalo su padre- dijo ella mientras se le caía una
lagrima por la mejilla. Atentamente escuchamos su voz, que salía del video.
-Mira mami, papá me lo ha doblado y yo lo he guardado. ¡Mira mami! Mi flotador… ¡he guardado el flotador! Ambas reían en el video. Ese, era de su cumpleaños, cuando hacía seis añitos.
Justo ese día empezó el diario que continuó escribiendo hasta el día
de su muerte. Y por eso Lara le puso al diario de Laura “el flotador, mi
gran apoyo”. Porque es lo único que queda de ella: el diario y el
flotador, que permanece enganchado en la pared de su habitación.
Inti Orozco, 2n B d’ESO
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