Edu, un niño de trece años, con el pelo negro y liso y de ojos de color miel, entró aquella mañana de sábado intensamente soleada en el Bazar de su barrio. ¡Madre mía! Aquello parecía su habitación antes de que, claro, como cada día, su madre le dijese que dejase los videojuegos y que la ordenara.
Entre todo aquel caos de cosas y más cosas, Edu esperaba encontrar un flotador para ir a la playa a refrescarse un poco, porque era verano y todavía no le había llegado el aire acondicionado.
Estuvo una hora buscando, y al final lo encontró. Ahí estaba, una caja con una foto de un flotador blanco con rayas verdes, la cogió y de repente se vio flotando en el mar en su nuevo flotador. El flotador se le pinchó, en ese momento se empezó a hundir en el agua, y a medida que se iba hundiendo, vio a animales con plástico en el cuello, en las aletas, … Y cuando llegó al fondo, vio que todo estaba lleno de basura y justo debajo de sus pies, estaba su flotador.
De repente, oyó una vocecita de fondo y “despertó” de su “sueño”. Era un anciano. El dependiente de la tienda que le preguntaba si necesitaba ayuda. Edu, con mucho respeto, le dijo que no, que ya se iba, guardó el flotador en la caja y lo dejó. Justo antes de salir de la tienda, vió en la tele del Bazar que estaba hablando Greta, Greta Thunberg. Estaba diciéndoles a todos los políticos del mundo que cómo se atrevían a quitarle el futuro a ella y a todos los jóvenes del mundo, contaminando aire, tierra y mar, que cómo no se avergonzaban de sus sucios actos.
En ese momento Edu reflexionó, y dijo en voz alta: -Greta, yo guardé el flotador en su caja, no lo compraré, no lo usaré, y no contaminaré-. Esas fueron las palabras de Edu, y desde ese día, no volvió a usar plástico.
Nil Francesch
2ndo B ESO
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