martes, 17 de noviembre de 2015

LA ECHABA DE MENOS...

Ya son treinta y seis los días sin lluvia. La tierra esta reseca, los árboles están tristes. Incluso da la sensación que los pájaros han dejado de piar. Se palpa tensión en el ambiente y los ánimos han empezado a decaer. Cuando el viento sopla con fuerza levanta nubes de polvo que dificultan la visibilidad. Huele a resignación y a desesperación. 

Cerca de las cinco de la tarde he observado con alegría la llegada de unos grandes nubarrones por el norte. Se acumulan en mi interior sentimientos contradictorios. Por un lado la esperanza que estos nubarrones culminen en un gran chubasco y por otro el miedo a una posible reiterada decepción. 

Una gota choca contra el cristal de mis gafas, después otra, y otra, y otra… Ya era un hecho, estaba lloviendo. En pocos segundos empiezo a percibir ese agradable y esperado olor a tierra mojada. Puedo contemplar como el patio en el que me encuentro se llena de pequeñas burbujas que emergen de un suelo incapaz de absorber la fina lluvia. El aire parece más puro y los animalillos parecen danzar un ritual de agradecimiento. 

No ha sido una larga tormenta pero sí intensa. Cuando vuelve a lucir el sol la atmosfera es más pura i más nítida. Los rayos de sol hacen brillar el paisaje y de pronto apareció un gran arco iris. Tan claro como nunca lo había visto.En un solo día he tenido el placer de experimentar tres sensaciones totalmente diversas. Ha sido un gran día. 

Raúl Martínez
2n ESO B



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