lunes, 24 de octubre de 2016

DISFRAZ DE PATO

Era un día normal, como cualquier otro, de repente mi amiga Laura me dio una invitación para ir a su fiesta de cumpleaños el domingo por la tarde. Pregunté a mis padres si podía ir y dijeron que sí, así que le envié un mensaje diciéndole que iría. 

El día anterior fui a comprar los regalos, uno era una pulsera azul y rosa, muy bonita y el otro regalo era un libro. 

¿Sabéis que paso cuando fui a comprar el segundo regalo? ¡Que Laura estaba en la tienda!, pero mi madre cogió un periódico para disimular, pero creo que no funcionó. 

Después de las compras, me encontré con unas amigas que también iban a ir a la fiesta. Hablando con ellas me enteré que ¡la fiesta era de disfraces!, me quede de piedra, así que tenía que pensar rápido ya que la fiesta era el día siguiente. Pasé todo el día buscando y no encontré nada. 

A la mañana siguiente, seguí buscando un disfraz que ponerme. Por casualidad encontré un flotador en el armario con forma de pato, y eso me dio una idea… ¡bingo!, ire disfrazada de pato, así que pensé, cogí ropa oscura, de color negro para ser mas exactos, luego coji el flotador, le até unas cintas de color negro y ¡disfraz hecho! 

Cuando llegué a la fiesta todos iban con disfraces de princesas, vaqueros, piratas, caballeros, algún dragón… ¡y mi patito!, he de decidí que en ese momento me sentí orgullosa de mi disfraz, ya que me había quedado bastante bien. Nos lo pasamos muy bien en la fiesta, hicimos algún combate con el dragón y decoramos marcos. 

Pero llegó la hora de irse a casa, cuando llegué me quité el disfraz y me fui a dormir feliz, pensando en el próximo disfraz que haría. 

Desde ese día he guardado el flotador en el armario con mucho cariño. 

Xènia Caballé Ibars 2nA ESO 


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